Disney ha sido, es y será mucho más que simples películas infantiles. Sus clásicos han marcado a varias generaciones con sus personajes, sus historias y, sobre todo, con sus enseñanzas. Lecciones de vida que cuando nos vamos haciendo mayores, vamos interpretando de una forma mucho más positiva.

El cine de animación siempre se ha encargado de transmitirnos unos valores, tanto a grandes como a pequeños, que se han convertido en lecciones atemporales que todos aplicamos en algún momento de nuestra vida o, al menos, deberíamos.

Por ejemplo en El Rey León hay 3 elementos en ella que hacen de esta película una historia única, llena de profundas lecciones que ningún niño y ningún adulto se pueden perder. Primero la lucha por la propia identidad, un camino difícil, que implica entrar en nosotros mismos y asumir nuestro pasado y nuestro presente como algo querido para hilar en nuestro futuro. La segunda imperdible lección, se trata de aprender a reconocer las fragilidades y el dolor como parte de nuestra vida y no querer huir de ellos dedicándonos a la filosofía del «Hakuna Matata»  y la tercera, la más hermosa de todas, que solo en el rostro de nuestros padres podremos reconocer verdaderamente quienes somos y la grandeza que se encuentra en nuestro interior.