Creo que todas tenemos en nuestro círculo social a cuando menos una amiga que sufre de este terrible mal: terminar, regresar, terminar, jurar no regresar de nuevo, y volver a regresar. Son estas terribles relaciones enfermizas a las que, de una u otra manera, no logras poner fin de raíz. “Círculo vicioso”, le llaman.

Cada quien tiene su idea del amor.

En muchas ocasiones optamos por retomar lo que vivimos en casa: violencia, malas palabras, incertidumbre, abandono, etc. De una u otra manera, cada quien carga con sus inseguridades y, principalmente las mujeres, lo hacemos con respecto a nuestro padre. Y, además…

Un mal hábito es difícil de dejar si no se tiene la convicción de abandonarle propiamente.

Si alguna de ustedes fuma, seguramente entenderá de lo que hablo: sabes que eventualmente es un vicio que te hiere, pero quizá existe inconciencia de tu parte al considerarlo algo demasiado a futuro o, más que nada, retomarlo una vez luego de cierto tiempo.

La verdadera ayuda empieza con uno mismo.

Claro que podemos acudir a terapia, con un psicólogo e incluso psiquiatra. No obstante, la voluntad para abandonar aquello que no no hace más que daño está dentro de nosotras mismas. (Recuérdenlo siempre.)