El Karma es el juez de nuestros actos, es la energía transcendente e invisible que se deriva de nuestros comportamientos y que va acumulando consecuencias y pagos conforme a ellos. El Karma simplemente nos dice que las fuerzas que pusimos en movimiento hace diez minutos o hace diez vidas volverán a nosotros.

Íntimamente ligado a las reencarnaciones venideras, se convierte en la energía que usaremos para limpiar el alma hasta que alcancemos la perfección. Mientras que el karma simboliza la responsabilidad y el pago por nuestras acciones, la reencarnación nos ofrece la oportunidad de seguir avanzando.

Según esto, nosotros tenemos la libertad de comportarnos como queramos desde la primera encarnación y, en consecuencia, acumularemos esta energía. La creación de karma bueno y malo e intencional o no intencional dictará lo que tenemos que enfrentar y resolver en la vida. Nuestra primera meta es aprender, a través de la experiencia, a ser mejores.

Creas o no en la filosofía kármica, lo cierto es que a veces parece que de lo único que podemos estar seguros es de que la primavera o el invierno volverán pero, en verdad, como dijo Voltaire “no es más sorprendente nacer dos veces y no una; pues todo en la naturaleza es resurrección”.