Refugiada siria salvó la vida a 16 personas y ahora competirá en Río
La joven siria Yusra Mardini, de 18 años, forma parte de la primera delegación de refugiados en unos Juegos Olímpicos. Hace un año escapaba de la guerra y ahora entrena en Alemania.
En agosto pasado, Yusra Mardini y su hermana Sarah escaparon de Siria, envuelta en una guerra civil al parecer interminable, y se embarcaron en un viaje largo a través de Líbano, Turquía y Grecia; subieron por los Balcanes y Europa central, hasta llegar a Alemania después de esquivar su posible captura o muerte. Cuando el bote donde viajaban se rompió entre Turquía y Grecia, ella y su hermana, quien también es nadadora, saltaron al agua y ayudaron a guiar el bote hasta tierra firme.
Aquel día de agosto de 2015, hace ahora justo un año, el ruido de las bombas dejó paso al silencio más absoluto. La lancha comenzó a hacer aguas y Yusra Mardini vio el terror en los ojos de sus compañeros de viaje. De los 20 que viajaban, la mayoría no sabía nadar y estaban en medio del mar, en medio de la nada. Sus esperanzas de un futuro mejor, lejos de la guerra, comenzaban a hundirse igual que aquel bote.
Pero Yusra, de 17 años, no estaba dispuesta a rendirse. Quería un futuro, ese por el que sus padres habían pagado a una mafia para que la llevasen junto a su hermana mayor Sarah a la isla de Lesbos (Grecia).
Ambas sabían nadar muy bien. Lo hacían desde los cuatro años. Su padre, entrenador de natación, las había enseñado. De hecho, Yusra había representado a su país en los Mundiales de 2012. Las hermanas comenzaron a mover las piernas de manera sincronizada para empujar el bote. Otros dos pasajeros siguieron su ejemplo y se tiraron al mar. Los cuatro remolcaron la lancha hacia las costas de Europa y, tres horas y media después, alcanzaron tierra. Estaban en la isla de Lesbos (Grecia) y, lo más importante, todos vivos.
"Habría sido vergonzoso si la gente de nuestro bote se hubiera ahogado. Había gente que no sabía nadar y no iba a quedarme sentada quejándome de que me iba a ahogar. Si lo iba a hacer, al menos lo haría sintiéndome orgullosa y de mí y de mi hermana", reconocía a ACNUR con determinación.
La historia de Mardini captó la atención del público en marzo, cuando el Comité Olímpico Internacional la identificó como candidata para competir en un nuevo equipo de refugiados, conformado por atletas que están fuera de su país o que de otra manera quedarían excluidos de los juegos. De repente los medios destacaban su participación como el ejemplo perfecto de cómo Alemania le daba la bienvenida a una joven promesa… una historia positiva en medio de la crisis mundial de refugiados.
"Voy a hacer que se sientan orgullosos. Quiero representar a todos los refugiados porque quiero mostrar al mundo que, tras el dolor, tras la tormenta, llega la calma. Quiero inspirarles a hacer algo bueno en sus vidas, que no se rindan a la hora de perseguir sus sueños y que hagan lo que les dicte su corazón. Incluso si es imposible, incluso si no tienen las condiciones necesarias para lograrlo, nunca se sabe qué pasará y hay que seguir intentándolo. Quizás tengas una oportunidad como yo la tuve. O quizás tú construyas tu propia oportunidad", dice.