Esta es una carta de un hombre para la mujer que perdió por tomarla como "un juego".

Carta
Esta es una carta de un hombre para la mujer que perdió por tomarla como "un juego". | Fuente: Tumblr

¿Los hombres sufren por amor? Siempre se cree que son solo las mujeres las únicas afectadas por el desamor cuando la realidad es que ellos también tienen los corazones rotos. Muchas veces son los varones los que se ven involucrados en rupturas amorosas sin quererlo.

Esta es una carta que cuenta la historia de un hombre que "no creía en el amor" pero que conoció a la mujer de su vida y aunque las cosas no salieron como quiso, siempre la lleva en su corazón por la forma en la que lo marcó.

Ella era una mujer de ensueño, no por su figura o su rostro, aunque verdaderamente era muy atractiva. Era de ensueño por su inteligencia, por sus aires de grandeza pues todo lo que se proponía lo conseguía. Era una mujer fuerte, valiente y toda una guerrera. Una mujer noble pero fría. Ella era de las que sabían lo que querían. Era soberbia, orgullosa y un tanto altanera. Para entrar a su mundo se necesitaba un pase de cortesía, el cual casi nadie lo obtenía.

Yo era el típico rompe corazones, el ¨amigo¨ de todas y novio de ninguna. La palabra compromiso no existía en mi vocabulario. Me divertía el enamorarlas y traerlas solamente un rato. Cuando comenzaban a ponerse fastidiosas con esas cosas del amor salía huyendo. Nunca me había enamorado y hasta entonces creía que jamás me pasaría, no a mí, al caos total que yo era, el caso perdido que no tenía más remedio.

Por muchas razones sabía que ella no caería en mi juego. No era presa fácil. Además era demasiado inteligente como para caer en mis redes. Pero a pesar de ello me atraía lo suficiente aunque ella ni volteara a verme. La idea de conquistarla y herirla me parecía sumamente atractivo. Ella sería el mejor trofeo que nunca hubiese obtenido.

Investigué todo lo que le gustaba. Los lugares que frecuentaba y las superficiales amistades con las que trataba. Fueron muchos los intentos fallidos. Lo cual despertaba más mi interés por ella. Quise una y otra vez renunciar al plan, pero honestamente ya no podía sacármela de la cabeza. Y el día que menos pensé me dedicó una sonrisa. Algo extraño sentí y me acerqué a ella a toda prisa. Sabía perfectamente que me estaba dando por vencido y entonces comenzó el juego del que pensé saldría invicto.

Comenzamos  a pasar muchas horas juntos. A hacer cosas que ni por la mente me hubiesen pasado tiempo atrás. Ella siempre tenía un plan. Era sumamente dedicada al estudio y yo todo un holgazán. Era culta y sumamente interesante. Era sumamente fría, tanto como lo era yo. Su independencia a mí me desquiciaba completamente, pues su felicidad no dependía de alguien más, solo de ella misma y eso no era algo fácil con lo que podía lidiar.

Debo reconocer que era muy divertida. Tanto que lograba sacarme al día mil sonrisas. No aquellas superficiales para disimular lo jodida y vacía que estaba mi vida, sino de aquellas que salen del alma cargadas de felicidad. Poco a poco logré conquistarla. Podía notar un brillo especial en sus ojos al verme, puedo recordarla en este preciso momento como lucía tan hermosa, como el acercarme lograba acelerar su corazón y el tocarla con un roce entrecortaba su respiración.

Finalmente logré verla como quería… perdidamente enamorada de mí. Era una sensación tan extraña el besarla. Me hacía sentir tan vulnerable cuando me acariciaba. Su voz lograba arrullarme, inclusive puedo decir que ahora disfrutaba el hacer con ella todas aquellas tontas actividades. Me preocupaba todo ese tiempo que pasaba con ella, ya no salía con más chicas que no fuese ella. Se habían acabado las salidas con amigos. Aquel plan de destruirla debía apresurarse o terminaría por acabar conmigo. Ya no me reconocía, parecía otro completamente. Ahora era más educado y sobre todo más consiente.

Todos mis malditos esfuerzos habían sido en vano. Al final de cuentas era ella quien me tenía en sus manos. El lobo feroz se había enamorado de la oveja. Ahora mi intención era el cuidarla y quererla. Se había entregado de una forma única que logró tocar mi alma. Su sonrisa había logrado poner todo mi mundo en paz y calma. Era una chica completamente diferente a las demás, de esas que te marcan dejando huella y que nada ni nadie las puede remplazar, mucho menos igualar. Y esa noche me convencí, dejé de tener miedo y comencé a vivir.

Y un día sin poder con aquellos remordimientos de conciencia le confesé toda la verdad. De cuál había sido mi estúpido y cruel plan. De aquellos sentimientos repulsivo que tenía hacia su persona y de aquel instante en que sin buscarlo me había enamorado irrevocablemente de ella. A ella no pareció importarle mi cambio de sentir. Me miró como nunca lo había hecho, con un desprecio que no pensé que por mi llegaría a sentir. Pedí perdón por cada uno de mis actos. Por aquel juego en que la quería lastimar tanto.  Ella no me lo perdonó. Siempre lo supe… ella era diferente. Ella se amaba, se valoraba y se respetaba. Ella sabía lo que en verdad valía. Ella era sumamente fuerte. ¿Por qué darme una segunda oportunidad a mí cuando había otros esperando la primera?

Me dio una lección de vida sumamente grande. Después de ella no volví a enamorarme. Sigo pensándole, extrañándole y amándole. Recordando aquella entrega. Deseando el volver a verla. Creí que después de un tiempo ella volvería. Jamás lo hizo. Jamás volví a saber que fue de ella. Y a pesar de todo fue lo mejor que pude haber vivido, una mujer así que endereza tu camino es un recuerdo que se queda contigo. Y aquí estoy… recordándole, escribiéndole una vez más aunque probablemente ella ni siquiera me leerá.