Carta: "Amo a mi madre a pesar de que somos el agua y el aceite"
Esta carta resume lo complicado que puede ser la relación madre e hija.
Todos somos diferenes, cada persona tiene una personalidad distinta a otra, nadie nunca será o pensará igual que otra. Muchas veces se suele pensar que la relación madre e hija es similar, que ambas, al tener la misma sangre tienen el mismo caracter o se parecen de alguna manera y si bien en unos casos se da, en muchos otros son como el agua y el aceite.
No siempre las madre e hijas se pueden llevar bien, de hecho hay situaciones en las que son tan diferentes en caracter o modos de pensar que la relación, desde cierto punto , ya no puede ser igual que cuando nació el bebé. Esta carta expresa lo complicado que es para un hija ser tan distinta a la mujer que le dio la vida.
"A pesar de que con los años nos vamos pareciendo cada vez más a nuestra madres, siempre habrán puntos en los que no concordaremos. Somos humanas y evidentemente, por más cercanas que seamos, no podremos pensar igual en todos los aspectos. Esto, siempre llevará a discusiones. Unas más fuertes que otras, unas más largas que otras y unas más hirientes que otras. Todas ellas, van formando un tipo de relación, ya sea buena o mala. En mi caso ha sido esta última opción.
Nunca nos hemos llevado muy bien. No hay día en que no discutamos por algo, aunque sea mínimo. Creo que discutir está simplemente en nuestra esencia. Nos decimos constantemente irónicas frases la una a la otra. Frases que se sabe no vienen con una linda intención. Nos hemos dicho cosas muy hirientes y fuertes, y muchas veces lloré por la frustración de no poder llevarnos bien, especialmente porque veo cómo muchas de mis amigas se llevan de maravilla con sus madres.
Pero un día, tuvimos una discusión que se fue de las manos. Ahora sí nos dijimos cosas que jamás pensábamos pudieran salir de nuestra bocas, y nos herimos. Después de ese día no hubo vuelta atrás.
Mi reacción de costumbre después de una discusión era ir a encerrarme a mi cuarto, gritar, y no hablarle por días, hasta que eventualmente las cosas se calmaban. Eso, evidentemente logró un cúmulo de cosas que fueron las que nos hicieron explotar ese día. Ese bendito día. ¿Bendito? Te preguntarás. Si, bendito, porque tras haberme ido a encerrar a mi habitación como de costumbre y gritar, esta vez decidí cambiar de estrategia.
Escribí, y pensé, escribí y pensé. ¿Por qué hemos llegado hasta este punto? Y me di cuenta que era porque siempre tuve la figura de mi madre como alguien con superpoderes, que tenía y debía ser perfecta. Y decidí esta vez mirar con otros ojos, y por primera vez pude mirarla como lo que era: humana, al igual que yo. En ese momento comprendí que como todos también ella tenía defectos, que podía cometer errores y que nadie le había enseñado a ser madre. Entendí que así como yo tenía relaciones con amigas, y con chicos, con mi madre también tenía una y que tenía que trabajarla, que sin intenciones las cosas nunca se solucionarían.
Entendí que muchas peleas son porque sinceramente ella quiere lo mejor para mi, porque su propio ser pasó a segundo plano en el minuto que yo nací. Entendí que tenemos un lazo indudable solo por el hecho de que ella sea mi madre, y a pesar de que no lo digamos siempre -en realidad nunca-, ese cariño siempre está presente. Y aprendí a querer la relación así. Porque no todas las relaciones son perfectas, por lo que entendí que no puedo compararme con mis amigas, porque somos personas distintas, en circunstancias distintas.
Ella es mi madre, me dio la vida, me crió, me educó y me hizo ser la mujer que soy ahora, una mujer de la que estoy orgullosa. Y sé que vamos a seguir discutiendo, que seguirán habiendo días en que ni siquiera nos hablemos, pero también sé que mi amor por ella no desaparecerá jamás, porque ese espacio que ocupa una madre en el corazón de una hija nunca podrá ser llenado por nadie más.
Definitivamente después de esa discusión no hubo vuelta atrás, nunca más dejé de sentir ese inmenso amor por ella."